“Honduras no está llamada a la desgracia, sino a vivir la gracia de Dios»: Cardenal Óscar Andrés Rodríguez

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El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, aseguró durante la celebración del Domingo de Pentecostés desde la Basílica Menor de Suyapa, que “Honduras no está llamada a la desgracia, sino a vivir la gracia de Dios, y por eso debemos centrarnos en la escuela del Espíritu Santo de la santidad para que nos enseñe todo como lo dijo Jesús antes de subir al cielo”.

“No vivimos arrastrando la vida; Dios tiene una finalidad en cada una de nuestras vidas y el espíritu de Jesús reflejado en el amor quiere verdaderamente transformarnos. Qué triste está nuestro mundo marcado por la enfermedad, la violencia, pobreza, por la guerra de Ucrania, las grandes injusticias y el desamor”, continuó el líder religioso.

La festividad que celebra la venida del Espíritu Santo centró el sermón del jerarca religioso quien clamó porque no exista división y confrontación en Honduras.

“El Espíritu Santos es el consolador y de sanación y puede transformar las heridas que nos queman por dentro. Nos invita a nunca perder la confianza”, animó el cardenal.

Asimismo, dijo que, “la amargura, el pesimismo y los sentimientos tristes que en muchas veces se agitan en nosotros, no vienen del Espíritu Santo, sino del mal y del enemigo que quiere alimentar la impaciencia y la negatividad usando una estrategia de meter sentimientos refractarios al amor.

Apuntó que ese no es el plan de Dios, como tampoco lo puede ser de un plan de una Honduras mejor.

“Cómo es posible que vivamos confrontados y divididos entre amigos y enemigos, eso no es un plan de Dios y tampoco puede ser el plano de una Honduras mejor”, cuestionó el pontífice.

Recordó que Jesús no dejó solos a sus hijos y cumplió su promesa de enviar al Paráclito, quien protege al mundo hasta la segunda venida del Señor.

En ese orden, apuntó que los que reciben el Espíritu deben ir por la vida llevando alegría y no quejas, envidia y maleficencia.

También exclamó que el futuro que se construye en el presente debe ser un futuro mejor si se cuenta con la presencia del Espíritu de Dios.

“En vez de recordar el mal que nos hiere, recordemos que somos hijos amados de Dios”, concretó.

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