Emma Thompson sale en defensa del camarero suspendido por pedirle un selfie

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La opinión de Emma Thompson sobre la manía de algunos fans de pedirle que se saque un selfie con ellos en lugar de preguntarle si puede firmarles un autógrafo o limitarse sencillamente a saludarla es de sobra conocida, pero parece que no le molesta tanto como para permitir que le cueste a alguien su trabajo.

Según han publicado varios medios británicos, el pasado fin de semana la actriz británica se vio envuelta en una situación muy incómoda cuando uno de los camareros del exclusivo restaurante en que estaba cenando, en compañía de varios amigos también conocidos, le preguntó a uno de ellos si podría sacarle una fotografía con la intérprete. Ella rechazó la oferta educadamente alegando que no quería incomodar a ninguno de sus acompañantes pidiéndoles que posaran para la cámara y la historia no habría ido más allá de no haber sido por la estricta política del establecimiento situado en el barrio londinense de Mayfair sobre cómo proteger la privacidad de sus comensales, que se aplica a todo el personal.

En consecuencia, el empleado ha sido suspendido de empleo y sueldo hasta nuevo aviso y su trabajo correría peligro para sorpresa de Emma, que se habría quedado horrorizada cuando se enteró de la noticia a través de los periodistas que se pusieron en contacto con ella para pedirle que compartiera sus impresiones al respecto.

Su reacción automática habría sido ponerse supuestamente en contacto con el local para pedir que no se suspendiera al hombre por lo sucedido y su mediación ha acabado dando resultado.

«No, no le despidieron», ha asegurado Emma en unas nuevas declaraciones al portal Extra en las que ha aclarado además que ella ni siquiera era la persona con quien quería fotografiarse realmente el camarero. «Era alguien más que también estaba en la fiesta y que es mucho más famoso que yo. Simplemente comenté que no me parecía justo poner a una persona en esa situación cuando está disfrutando de su comida. Pedirle a alguien una foto es pasarse de entrometido. Y mi instinto era proteger a mi amigo, que es muy famoso, de todo eso. No se me ocurrió que podría constituir una falta tan grave como para justificar un despido».

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