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Se acabó el bonito idilio que el Granada tenía con Europa. Nada intimida a este equipo, y tampoco lo hizo el imponente Old Trafford, un escenario impregnado con la épica de innumerables encuentros históricos donde el conjunto rojiblanco dejó su huella desde el pitido inicial, convencido de poder lograr la hazaña.
El Manchester contrarrestó la energía inicial de los granadinos adueñándose del balón, con una circulación rápida y precisa que desembocó en el primer tanto del encuentro. Pogba se adentró en territorio nazarí para ceder de cabeza a Cavani que, solo en el corazón del área, remató con acierto para inaugurar el marcador, añadiendo un cazo más de épica a la remontada de los andaluces.
Lejos de desmoronarse, las huestes de Diego Martínez apretaron los dientes, invocando el carácter indomable de este equipo y se lanzaron a por el gol, generando varias ocasiones, sobre todo a balón parado, que no terminaron superando a De Gea por pocos centímetros. La lesión de Gonalons colocaba un nuevo obstáculo en el camino, un contratiempo que el técnico gallego aprovechó para incorporar pólvora con la entrada de Jorge Molina.
Digno adiós
Tras perder empuje en el tramo final del primer acto, el Granada salió de los vestuarios dispuesto a plantar batalla hasta el final, creando acercamientos con peligro, algo que también hizo el Manchester, en un intercambio de golpes sin efectos en el resultado. Una y otra vez, los ataques visitantes se topaban con un muro rojo que con el paso de los minutos cada vez parecía más alto y sólido, algo que, unido al paso de los minutos, incrementaba la sensación de frustración de los nazaríes
Aunque la remontada ya era una misión imposible, el Granada nunca dejó de luchar, derramando hasta la última gota de sudor sobre el césped del teatro de los sueños, donde la aventura europea del Granada llegó a su final, un viaje al que ni el tanto final del Manchester marcado por Vallejo en propia puerta le iba a restar ni un ápice de valor y que siempre será recordado por todo el granadinismo.
