Final del verano austral: Fuego y agua, las tragedias de Chile y Brasil

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El verano se está cerrando en el Cono Sur en medio de tragedias climáticas en el Pacífico y en el Atlántico. Si en Chile es el fuego el elemento destructor, en Brasil es el agua, en ambos casos con virulencias e intensidades muy pocas veces vistas.

Una sola semana de febrero, la primera, bastó para que en Chile se quemara una cantidad de hectáreas equivalentes a las que se pierden en dos años de incendios. Y en Brasil, el litoral del Estado de Sao Paulo y parte del de Santa Catarina vio caer en un día más lluvia que nunca antes: 683 milímetros en 15 horas en municipios como Sao Sebastiao o Bertioga. Esas localidades, que normalmente son playas paradisíacas, están ubicadas a menos de 200 kilómetros de Sao Paulo, la mayor ciudad de Occidente. En Chile murieron 24 personas, en Brasil, 64 y hay 40 desaparecidos. Y las cifras podrían seguir creciendo.

La tragedia se concibió en el sur, con el avance de un frente frío de potencia inédita que llevó a Buenos Aires a vivir las temperaturas más altas del último medio siglo en febrero (38,1) y, apenas cinco días después, las más bajas en 62 años, con 6,9 grados. Febrero, en la mayor parte del territorio de países como Chile, Argentina o Brasil, equivale al agosto español: temperaturas por debajo de los diez grados en una ciudad como Buenos Aires son una anomalía profunda.

«Cuando este frente pasó por Argentina se habló del frente frío más intenso de los últimos 54 años. No fue un frente frío cualquiera», dijo a BBC Brasil el meteorólogo Marcelo Seluchi, del Centro Nacional de Monitoramento y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden). «Esta baja presión también provocó un aumento del viento procedente del mar. Entonces, este evento arrastró humedad y elevó el nivel del mar. Al subir el nivel del mar, hubo mucha más dificultad para drenar el agua de lluvia».

Lo que describe Seluchi llevó a imágenes dantescas, con el agua arrasando poblaciones y el mar entrando en terrenos habitualmente vedados. La mayoría de los muertos afectaron a las capas sociales más bajas, y hay una explicación para ello: la feroz especulación inmobiliaria que arrasa con las codiciadas áreas de la costa.

La Serra do Mar, una cadena montañosa que colapsó en algunos tramos, cuenta con laderas muy elevadas, con poca tierra sobre las rocas y funciona como un muro ante las nubes. La combinación de los tres factores lleva a lluvias frecuentes que generan inundaciones con cierta frecuencia.

Y hace ya casi medio siglo que en la zona costera se ocupan terrenos, se construyen casas y edificios para las clases medias, medias altas y altas que ansían vivir junto a la playa. Esas viviendas, en muchos casos, no cuentan con títulos de propiedad legales, pero la ocupación de hecho de los terrenos lleva a que las personas de menos recursos se desplacen a vivir en las laderas de los morros circundantes. Cuando el agua ataca, son ellos los más desprotegidos.

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