Sin brillantes pero un efectivo Barcelona vence al Real Madrid y se coloca en final de Copa

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Lo que sucedió en el Bernabéu no es incomprensible para el Madrid. Lo ha hecho muchas veces, porque pegaba como nadie. Era como el púgil que se sostiene contra las cuerdas, porque sabe lo que tiene en sus brazos y aguarda su instante. Ese instante tiene, hoy, 18 años. Pedir más a Vinicius es injusto. Hay que pedir más al Madrid, mejor en todo al Barça, menos al llegar al área, donde Luis Suárez marcó como un náufrago, mientras Messi no podía salir de la sentina. El primer finalista de Copa lo hace con el argumento que su rival ha perdido. Es el fútbol al revés. [Narración y estadísticas: 0-3]

Miedo es la palabra con la que empezó el clásico. En un ejercicio de eufemismo, se le puede llamar cálculo. Ni el Barça es, pese al resultado, el que otrora pasaba por el Bernabéu con la suficiencia de una centuria romana, ni el Madrid provoca los temblores que convertían su hierba en lava. Son otros tiempos. El cálculo estaba más justificado en el caso de quien tenía algo que conservar, dada la mínima ventaja que suponía para los locales el 1-1 de la ida. En cambio, fue el Madrid el que rompió el tedio porque a Vinicius únicamente le vale ser valiente. Acierte o falle, mira siempre al frente. Acierte o falle, compromete al adversario. Acierte o falle, provoca la expectativa de que algo va a pasar.

La descarada forma en la que el Madrid se vuelca a la izquierda no parece responder a una instrucción de Solari, sino a una ley de la naturaleza. De la misma forma que el agua busca la grieta, la pelota busca a Vinicius. Llegó y llegó el brasileño, doblado por un gran Reguilón, cuando el Madrid hurgó en las incertidumbres del Barcelona, inseguro en la circulación, como si estuviera desnaturalizado. Habían empezado los de Solari con la presión alta y las intenciones claras. En este Madrid de la meritocracia, con Marcelo y Bale en el banco, e Isco con las palomitas, si hay algo que no se discute es la intensidad. Todos los balones afeitados eran para los blancos.

Lenglet y Piqué estuvieron blandos y ofrecieron sendas ocasiones a Vinicius, que todavía no ha sido capaz de hacer las paces con el remate. La forma en la que madure en la definición y en la toma de decisiones definirá su talla en el futuro.Ser estrella sin gol es una tortura. Que se lo pregunten a Benzema.

Vinicius lanzó blando a Ter Stegen en dos ocasiones y dio una asistencia mejorable al francés. En su mejor remate, le separaron centímetros del gol. Nada se le podía reprochar en ese caso. La primera parte había sido suya, y lo sería el inicio de la segunda hasta llevar a Semedo al infierno. El portugués lo tocó en el área en una acción polémica en el inicio. Más adelante, toreó a Piqué y Lenglet en el área, y a Semedo en la banda para ceder un remate a Reguilón. Ter Stegen demostró ser ese portero que un grande necesita. Enfrente, un Messi incómodo, que necesitaba retroceder para entrar en contacto con la pelota. Cuando lo hacía, estaba demasiado lejos. En la mejor acción que tuvo con espacios, fue derribado por Kroos. Sánchez Martínez mantuvo todo ese tiempo las tarjetas amarillas en el bolsillo para no sentenciar el partido. Debió sacar alguna antes de la que mostró a Lucas Vázquez, a la hora de partido.

Dembélé tiene elementos en común con Vinicius, por juventud, velocidad, posición e inmadurez. Los diferencia el precio, que no es poco. Valverde lo retrasó más de lo habitual para sostener un 4-4-2. Empezó en algo que no es lo suyo, porque no sabe compensar tácticamente al equipo. Carvajal, listo, no le dejaba girarse, con la ayuda de Lucas Vázquez. Necesitaba el francés el espacio que no tenía. En algún momento del partido aparecería. Cuando lo hizo, decidió como dice su categoría. Luis Suárez cazó su cesión antes que Sergio Ramos. El gol cambiaba totalmente la expectativa. De pronto, el Barça veía la costa; el Madrid, únicamente agua.

El espacio que el Madrid había achicado era ya imposible de controlar, dada la coyuntura. Dembélé lo volvió a explorar para buscar de nuevo a Luis Suárez, aunque fue Varane quien llevó la pelota a su red desesperadamente. La contra que siempre perteneció al Madrid era de su oponente. El penalti fue otra consecuencia de la dinámica, resuelto a lo Panenka por Luis Suárez, resucitado cuando prácticamente nadie lo esperaba, nadie salvo quien sabe lo que vale un directo. El uruguayo es uno de ellos.

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