La producción de café y la generación de empleo han encontrado un punto de encuentro en la zona rural del país, específicamente en la Ruta del Café Hondureño, donde esta combinación ha permitido dar una opción digna a hondureños que han proyectado en la emigración una salida a la falta de oportunidades.
El proceso desde que una semilla se convierte en una taza de café dura alrededor de tres años y aunque la cosecha es anual, el recorrido desde hacer el vivero, la siembra, la limpieza, recolecta hasta la industrialización genera un alto porcentaje de la oferta laboral, en la zona rural de Honduras.
Entre estos procesos se encuentra, el despulpado, lavado, secado, trillado y el tostado, labores que requieren la mano de obra de los trabajadores del campo y en la temporada alta, como la de recolección, la labor es tanta que se requiere la movilización de trabajadores del agro de otras zonas hondureñas para lograr cubrirla.
Una de las principales causas de emigración en el país centroamericano es, junto a la violencia ocasionada por carteles de la droga y pandillas y la reunificación familiar, la falta de empleo, de oportunidades, por lo que, la fusión entre el café y el trabajo logran evitar mayores flujos migratorios del país.
La actividad cafetalera de Honduras está en manos de más de 100 mil pequeños productores que tienen cultivos con extensiones de 10 manzanas o menos. Estos productores, en la temporada de cosecha, requieren mano de obra, más allá de la que regularmente utilizan el resto del año.