Racismo: un problema latente en el fútbol de Europa

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Corría el minuto 69 de un Vitoria de Guimaraes-Oporto cuando un jugador del conjunto visitante, el delantero Moussa Marega, decidió abandonar el estadio por los continuos insultos y desprecios por el color de su piel. El franco maliense decidió abandonar el campo a pesar de las peticiones del resto de sus compañeros. Unos trataron de convencer al delantero de Mali de no abandonar el campo, otros le apoyaron. Lo peor de todo fue que varios integrantes de su mismo equipo no entendieron la decisión de su compañero que, harto de descalificaciones y humillaciones de la grada local, decidió irse.

La cosa no quedó en una mera anécdota lamentable. Y es que los árbitros, además, “premiaron” a Marega con una tarjeta amarilla por el lío que se armó en el terreno de juego. Algo que el propio Marega recriminó a los propios árbitros a través de su cuenta de Instagram: “Les agradezco la amonestación por luchar y defender mi color de piel”.

Europa tiene un problema con el racismo. Una de las mayores lacras a nivel mundial sigue presente en las gradas del viejo continente y, a pesar de las campañas habituales de todos los estamentos futbolísticos, el problema no se va. Lo peor es que, en 2020, y con más canales de comunicación que nunca, es un problema que sigue sin controlarse.

Hay tantos casos como reacciones distintas. Por ejemplo, Kameni pensó en abandonar un Zaragoza – Espanyol por los gritos de la afición local, aunque finalmente no lo hizo. Iñaki Williams fue insultado en un Espanyol – Athletic de Bilbao y avisó a Iker Muniain, su capitán, para advertir al árbitro de lo que estaba sucediendo. Dani Alves, cuando en Zaragoza le tiraron un plátano para mofarse de él, le dio un mordisco a la fruta en una reacción muy aplaudida por el público en general…

Incluso Samuel Etoo intentó abandonar La Romareda en un Zaragoza – Espanyol en 2005 al ser abucheado con los desgraciados gritos de “mono”. Da igual el equipo, el nivel del jugador o la circunstancia. Las gradas de Europa, no sólo de España, tienen un problema galopante que lejos de irse, parece que se magnifica en los últimos años.

Muchos directivos con los que hemos pedido hablar no quieren declarar públicamente su postura al respecto. Unos, por miedo. Otros, por no meterse “en jardines con los ultras”. Y es que la violencia racial en los estadios está estrechamente relacionada con la presencia, todavía, de muchos grupos ultras en los estadios de fútbol.

Desde un sector del grupo ultra del Rayo Vallecano, Bukaneros, una fuente señala a ESPN que “nosotros somos de izquierdas, no como la mayoría de grupos de España, por eso estamos perseguidos y por eso nos cerraron el campo por llamar “nazi” a Zozulya. Otros tiran plátanos o insultan y nos les pasa nada”.

En el sector opuesto, un ex integrante de Ultra Sur, grupo ultra del Real Madrid que Florentino Pérez expulsó del Santiago Bernabéu apunta que “nosotros pagamos los platos rotos del resto y Florentino expulsó al grupo… Estaremos fuera del estadio, pero seguimos estando…”, amenaza airadamente.

La sobreprotección de muchos directivos a estos grupos es un problema en varios casos. En otros, simplemente, es “la educación de la sociedad”. Según el educador social Jon González “muchos jóvenes se fijan en lo que hacen los mayores y, simplemente, lo repiten; otros, en cambio, han vivido en un clima de intolerancia desde la infancia que les impide tratar a todos por igual”. Y es que, más allá del futbol profesional, los casos en el fútbol amateur existen, y es ahí donde hay que poner mucho énfasis por la “indefensión e inseguridad que hay”.

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