Promueven homenaje a Sami Kafati en el CAC-UNAH

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Tegucigalpa, Honduras.

La vida de Sami Kafati ha sido inspiración para los hondureños que han decidido dedicarse al cine. Su sensibilidad artística y producciones realizadas han escrito su nombre en la historia como el pionero en la cinematografía nacional.

En homenaje a su vida y legado, el Centro de Arte y Cultura de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (CAC-UNAH) inauguró una sala conmemorativa al cineasta hondureño con fotografías de Kafati, algunos de los bocetos y borradores de sus trabajos y otros elementos.

El acto de apertura fue, sobre todo, cálido y se prestó como un momento entre amigos, familiares y seguidores de Sami para conmemorar la herencia audiovisual y humana del cineasta de ascendencia árabe.

Sami Kafati, un don Quijote

Eduardo Bähr, sobre el origen de Kafati, recordó con humor cómo el director de «No hay tierra sin dueño» logró el financiamiento del largometraje. «Increíble, pero cierto, le dieron dinero, los turcos le dieron dinero a un turco para que hiciera cine y eso es el realismo mágico llevado a su máxima expresión».

En el filme, Bähr es el profesor alcohólico a quien los golpes y desatinos hunden hasta el punto de la desesperación por ver a su esposa alejada y tomada por el cacique del pueblo,
don Calixto.

Además, Jorge Amaya, conocido historiador hondureño, habló sobre el papel de Sami en el cine hondureño que, como explicó, «si hacer arte en Honduras es difícil, hacer cine… ni
digamos».

Considera que el legado de Kafati es la de maestro de cineastas y soñadores hondureños, porque «nos demostró, en este hostil ambiente que implica la sociedad hondureña, que se
pueden materializar quijotadas en este país. Demostró que se pueden realizar utopías, que se pueden realizar sueños en Honduras».

El reconocimiento que faltaba

Para René Pauck, el cineastade origen francés radicado en Honduras desde hace más de 40 años, el nexo con Sami Kafati y la idea de rendirle un homenaje tiene varios momentos especiales, pero uno de ellos destaca.

«Mi hijo Camilo estudiaba en Costa Rica y cuando entré a la Unviersidad Veritas, cuál fue mi vergüenza que en el edificio vio una foto de Sami Kafati que cubría la mitad de la pared y me pregunté «¿Qué estamos haciendo en Honduras? En Costa Rica lo tienen como ejemplo, incluso tienen sus implementos y equipo, mientras que nosotros vemos pirateadas «Mi amigo Ángel» o «No hay tierra sin dueño»», detalló.

De esta manera, el homenaje que el CAC-UNAH brinda con una sala conmemorativa a la vida y obra de Kafati queda abierto para todos sus visitantes hasta el próximo 2 de agosto e incluirá un ciclo de cine que empieza con la proyección de «No hay tierra sin dueño», a las 3 de la tarde este jueves 10 de julio y la presentación de los documentales «Corazón abierto», el 17 de este mes, y «Sueños en 35mm», el 31, sobre la vida de Kafati a las 3 pm, en el CAC.

Sami Kafati nació el 21 de diciembre de 1936 y falleció el 26 de abril de 1996 en Tegucigalpa, Honduras, su ciudad natal. Estudió Cinematografía en la Escuela Internacional de Estudios Sociales de Roma en los años 60; filmó su primera obra, «Mi amigo Ángel» en 1962 que fue exhibida por primera vez en el Instituto Nacional de Cinematografía LUCE de Roma en 1965.

En 1970 formó parte del equipo de documentalistas que realizaron en Chile el cortometraje «Neruda, hombre y poeta» junto al realizador colombiano Pepe Sánchez. También en Chile
participó en la realización del programa político «Más allá del 70». Además, filmó los documentales «Independencia de Honduras», en 1971; «Agua, vida y desarrollo», en 1976; «Proyecto Guanchías» y «Bajo Aguán», en el mismo año; «Bosques y maderas de Honduras», en 1977; «Acueductos rurales», «El despertar de Kukulkán», «Escuela de Ciencias Forestales» y «Salud de Honduras» en ese mismo año de 1977.

En 1983 inició la filmación de su obra más representativa y de los filmes de ficción en Honduras, «No hay tierra sin dueño». La película se terminó de rodar en 1984 y se editó en 1996 con el financiamiento de Francia y fue hasta el 2003 que se exhibió en un cine de la capital hondureña por primera vez.

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