Presentan obra de teatro “Un árbol que cuenta y cuenta”

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Tegucigalpa, Honduras.

Lo que la gente cuenta que fue, no se parece a lo que ahora es: un pueblito fantasma rodeado de casitas de adobe y de madera acompañados de un verdor que persiste a pesar de los desastres naturales.

Ubicado a unos 40 kilómetros de Tegucigalpa, San Juancito, probablemente sea hoy, una de las tierras de Honduras con más cicatrices en su historia, que algunos están por olvidar y que algunos ni siquiera conocen.

La obra de teatro “Un árbol que cuenta y cuenta” o “La ilusión minera”, escrita y dirigida por el dramaturgo Murillo Selva, fue presentada por el grupo teatral universitario “La Cantera”, el jueves pasado en el Auditorio Francisco Salvador del Centro de Información y Servicios Estudiantiles (CISE) en Ciudad Universitaria, tras recibir los primeros tres tomos de los doce que la Junta de Dirección Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), como homenaje a su vida y obra.

Una desolada historia transformada en teatro

“La ilusión minera” o “Un árbol que cuenta y cuenta” es una obra teatral, escrita y dirigida por Murillo Selva, que de manera simpática, pero a la vez fuerte y precisa, cuenta la desolada historia entre 1880 y 1998 de una comunidad que vivió la fantasía del progreso con el auge económico de la minería, a la desgracia de un pueblo que aún padece.

La pieza teatral refleja un contexto previo a la llegada del huracán Mitch a Honduras, el árbol “Ceibita”, (que realmente existió en San Juancito y fue removido por el ciclón), inicia el relato de la historia, resaltando a la naturaleza y a los campesinos que viven en una aldea, materialmente limitada, pero evidentemente en paz y en armonía con su entorno.

El viejo árbol “Ceibita” relata que un día, en la comunidad, aparecieron unos ingenieros “gringos” tomando medidas. Luego, un campesino ambicioso de la aldea, convenció a los hombres del pueblo para que comenzaran a trabajar en la mina de la New York and Honduras Rosario Mining Company.

Toda la historia se va desarrollando de una manera jocosa sin dejar a un lado la nostalgia, contando cómo funcionó la primera planta hidroeléctrica de Honduras, la primera embotelladora de refresco, el primer cine de Centroamérica, el primer consulado de Estados Unidos en el país, ubicado en la aldea Nuevo Rosario, a la par de la casa de Washington Valentine, gerente de la compañía minera y donde residían la mayoría de extranjeros y clase alta del pueblo.

Después de pasar de tener más de 30,000 habitantes, a la fecha, San Juancito tiene solamente unos 3,000 habitantes, por el cual se le llama usualmente como “un pueblito fantasma”, que quedó solitario después de haber sido la puerta del neoliberalismo a Honduras, tal como lo menciona el director de la obra.

La transformación del arte con la realidad

“Soy un ferviente creyente de que el teatro comunitario es uno de los rumbos que tomará el arte en general y particularmente el teatro en el mundo. No es locura ni es un idealismo político, es que nuestros pueblos cargan en su memoria histórica un mundo simbólico y creativo extraordinario que no ha podido salir a luz porque no ha sido incentivado”, explicó el dramaturgo antes de iniciar la puesta en escena.

El maestro cree que las formas artísticas mandadas por lo que llaman los “septos hegemónicos del poder occidental” ya cumplieron su función, “ya están agotadas, como casi todo, no hay que asombrarse por eso”, comentó, y que una de las formas que vendría a otorgarle a la escena un nuevo vigor, es todo aquello que han venido acumulando todos los sectores populares de Latinoamérica y articularlos en un lenguaje artístico.

“Ya hice teatro en Europa y en otros países del mundo, pero si vivo en Honduras y trato de hacer arte escénico para un sector del pueblo hondureño tengo que codificar mis elementos formales para ese público a quien pretendo dirigirme, pero además es preciso nutrirse de esas persona que me han aportado muchísimo. Yo he aprendido mucho más a hacer teatro aquí que lo que pude haber aprendido en París o en Colombia, porque esta realidad me exigió hacer el teatro de otra forma», expresó el artista.

Sobre la obra

Los actores de “La Cantera” son todos estudiantes de la Máxima Casa de Estudios, quienes ensayaron con el maestro casi dos meses para la presentación de la obra.

La pieza fue presentada por Murillo Selva inicialmente en el 2,000 con niñas y niños de San Juancito, después del devastador Huracán Mitch; la obra ha sido presentada en Costa Rica por la Secretaría de Cultura de aquel país.

En Honduras no tuvo financiamiento del gobierno, sin embargo estuvo casi siete años presentándose con los niños que rondaban la edad entre ocho y once años y que gracias al pago de unos centavos por actuar en la obra, pudieron seguir estudiando.

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