Destacan a diseñador hondureño Carlos Campos por su colección en Nueva York

Nueva York, Estados Unidos

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Llegó a Estados Unidos a los 13 años solo y sin papeles tras escaparse de casa, luego de un duro viaje a pie y a dedo por tres países.

Pero hoy, tres décadas después, el diseñador hondureño Carlos Campos, conocido por la sobria elegancia y perfecta sastrería de sus colecciones sobre todo masculinas, se ha tornado un clásico de la Semana de la Moda de Nueva York.

Campos, de 45 años, está lejos de la imagen que el presidente estadounidense Donald Trump pinta de los inmigrantes centroamericanos, que asocia regularmente a los pandilleros ultraviolentos de la sanguinaria pandilla Mara Salvatrucha.

Aunque llegó con nada, fundó su primera empresa a los 19 años. A los 22, recién graduado del Fashion Institute of Technology, una de las escuelas de moda más prestigiosas de Nueva York, inauguró su atelier, que emplea a siete personas y ha vestido a famosos como Ricky Martin, Ethan Hawke o Justin Timberlake.

Grandes sueños
«Yo soy el perfecto ejemplo del sueño americano, alguien que vino acá, a este país, sin pensar que podía alcanzar tantas cosas. Soy un soñador y lo seguiré siendo», dijo a la AFP el martes minutos antes de su desfile en la New York Fashion Week, donde presentó su nueva colección inspirada en el cantante mexicano Juan Gabriel.

Campos no cumplía con los requisitos del programa DACA, que protege desde 2012 de la deportación a casi 700.000 jóvenes en Estados Unidos conocidos como «Dreamers» (soñadores) y cuyo fin definitivo fue anunciado por el gobierno Trump para el 5 de marzo, pero consiguió legalizar su estatus en Estados Unidos.

«Simpatizo igualmente con ellos porque yo viví esa situación por muchísimos años, y sé lo que es no poder viajar (por no tener documentos), y el deseo de querer crecer y tener limitaciones no porque no eres capaz, o porque no tenés la inteligencia o la sabiduría o la educación, sino porque hay una huella que te está marcando», explicó.

«Es muy triste verlos en esa situación. Todos nos merecemos una oportunidad», aseguró.

Primero pensó en mudarse a Rio de Janeiro, porque le encantaba el fútbol brasileño. Luego alguien le recomendó partir a Estados Unidos, adonde llegó tras una odisea de nueve meses por Guatemala y México, mientras sus padres lo daban por muerto.

Al llegar a Estados Unidos fue detenido y colocado en adopción, pero se escapó a Miami.

«Todos los ‘dreamers’ (soñadores) están en Nueva York. Te tienes que ir a Nueva York», le dijo un conocido.

Y este hijo de un sastre y una modista de bajos recursos llegó así a la Gran Manzana, quedó deslumbrado y nunca más quiso partir. Mostró sus habilidades como costurero apenas a los 15 años, al ser contratado en una sastrería de Brooklyn, terminó la secundaria en un liceo nocturno y se propuso triunfar.

Tuvo altos y bajos, como cuando ocurrieron los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, justo el día en que estrenaría su primera colección en la NYFW.

«Fue horrible. Tuvimos que cancelar todo. Era mi primera colección y todos mis ahorros estaban ahí», relató, y recordó que los grandes galpones donde se celebran los desfiles terminaron siendo usados como morgue.

Su colección presentada el martes a sala llena mantiene su estética minimalista, elegante pero juvenil, esta vez con influencias de charro inspirados en «El Divo».

Sus modelos de todas las razas, en su mayoría hombres pero también mujeres, desfilaron con capas, toreras, mucho satén, pantalones pinzados de cintura alta y camisas abullonadas, así como algunas con reminiscencias de mariachi.

Raíces
Cuando Campos era pequeño y vivía en su pueblo, El Progreso, sus padres no podían darle dinero para comprar comida en la escuela. Pero su mamá le hacía camisas que llevaba bien planchadas, y le decía «mira qué bonito que vas», recuerda Campos.

«Y eso me creó a mí una cierta estima (…) Yo me sentía especial y ahora ¡no sufro de obesidad!», dijo riendo.

Inspirado en su madre, Campos creó el programa «Una camisa para Honduras» que este año distribuyó 3.300 camisas blancas a los escolares de su país.

«Ha tenido tanto éxito que hay gente donando telas, nos van a donar la costura y va a ser sostenible. Eso es lo lindo. Cada uno pone su granito de arena, y los demás empiezan a sumar y podemos construir algo», dijo.

Hace poco más de un año Campos inauguró la primera universidad de la moda en Honduras, que lleva su nombre. Ya tiene 97 alumnos y el diseñador está convencido que, en su país, pese a la pobreza, la violencia y la corrupción «es posible tener una industria de la moda».

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