Desafíos sanitarios en migración infantojuvenil

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Contar con evidencia científica, es fundamental en el diseño e implementación de políticas y estrategias sanitarias que contribuyan en la solución de problemáticas de alto impacto social. Una de ellas es la migración y, en particular, las vulnerabilidades estructurales e inequidades que sufren niñas, niños y adolescentes.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), a nivel global existen 244 millones de migrantes: 31 millones son menores de 18 años y 6,3 se encuentran en América Latina y El Caribe [1]. El cierre de las fronteras por la pandemia de COVID-19 y las crisis sociopolíticas de Haití y Venezuela han agudizado este escenario precarizando las condiciones que enfrentan [2].

Pese al aumento de los flujos, los efectos de la migración a nivel infantojuvenil han sido poco estudiados. Mediante una revisión narrativa de la literatura, un grupo de investigadores indagó en esta realidad con el objetivo de actualizar la información disponible, priorizar los aspectos más relevantes y plantear recomendaciones para un mejor abordaje desde los sistemas de salud y políticas públicas [3].

Determinante social de la salud

La falta de acceso a atención primaria, medicamentos, vacunas, tratamiento de trastornos mentales y enfermedades crónicas no transmisibles deja a los migrantes de Latinoamérica y El Caribe en una situación de extrema vulnerabilidad. En pandemia, incluso, estuvieron más expuestos a contraer el virus SARS-CoV-2 por falta de higiene y escaso distanciamiento social en los albergues [4]. 

Mientras intentan cruzar de un país a otro, la deshidratación, desnutrición, violencia y abuso de género son frecuentes en niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, al llegar a destino, muchos no son manejados de forma adecuada ni reciben terapia, ya que, al igual que sus padres o acompañantes, quedan en condición de irregularidad [5].

La migración es considerada un importante determinante social de la salud para este grupo de la población, debido a que los primeros años de desarrollo juegan un papel fundamental en la generación y mantención de inequidades que se reproducen y perpetúan en la vida adulta [6]. 

Según los autores del trabajo que publica Medwave, la evidencia demuestra la necesidad urgente de abordarla desde una perspectiva social, política y sanitaria, que considere el bienestar de niñas, niños y adolescentes como un derecho humano independiente de su situación.

Identificación de aspectos críticos

Las revisiones de literatura científica de tipo narrativo contribuyen a la actualización y crítica del conocimiento médico. Impulsan, además, el desarrollo de nuevos proyectos de investigación basados en la síntesis e interpretación de resultados [7]. Bajo este modelo se llevó a cabo un proceso de selección de datos y estadísticas, con criterios de exclusión que incluían variantes como fecha (2012 a 2022), idiomas (inglés, español, francés, portugués), estudios regionales e impacto. La exploración en Web of Science y Google Académico permitió seleccionar 111 publicaciones.

Tras advertir que los trabajos con más de cinco años contenían información desactualizada, los autores aplicaron nuevos filtros para eliminar artículos anteriores a 2023, definiendo 52 para un análisis final, los que fueron realizados en países como Argentina, Colombia, Chile, Perú, México, Nicaragua, República Dominicana, Estados Unidos y Canadá.

De esta forma se identificaron cinco aspectos críticos para niños, niñas y adolescentes migrantes: uso de urgencias como consecuencia de falta de acceso a salud, mayor riesgo de contraer enfermedades infecciosas por causas atribuibles a determinantes sociales, vulnerabilidad social, salud mental y exposición a violencia, salud sexual y reproductiva e inequidades en vacunación y salud dental.

Mayor exposición

En relación con el primero de ellos, investigaciones realizadas en Chile muestran que, a nivel hospitalario, los egresos por traumatismos y otras causas externas son más frecuentes en migrantes entre 7 y 14 años en comparación con la población local. Además, tienen más riesgo de sufrir enfermedades infectocontagiosas que requieren hospitalización, al igual que morbilidades asociadas a accidentes como quemaduras o fracturas [8].

También preocupa la exposición a patologías como tuberculosis, hepatitis B y C, dengue, malaria, virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y Chagas [9]. Por otro lado, el número de embarazos no planificados entre adolescentes migrantes va en aumento [10], mientras que estudios llevados a cabo en Estados Unidos concluyen que los niños de origen latino presentan mayor prevalencia de caries [11] y menores tasas de vacunación para enfermedades prevenibles, lo que podría estar repitiéndose en toda América Latina y El Caribe [12].

Frente al aumento de la migración infantojuvenil, la ciencia busca contribuir con un diagnóstico certero y actualizado que permita rediseñar estrategias sanitarias y políticas públicas con el fin de garantizar un abordaje más humano y eficiente.

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