Conocer el valor del trabajo y la disciplina llevan a Juan Orlando Hernández a la presidencia de la República

Tegucigalpa, Honduras

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Los ministros del gobierno de Honduras aseguran que ya están acostumbrados a recibir llamadas del presidente Juan Orlando Hernández en altas horas de la noche e, incluso, en la madrugada.

“Nos pregunta sobre determinado proyecto o para saber los avances de alguna gestión. Otras veces para llamar la atención o plantear una idea”, cuentan.

Esa energía que parece no conocer límites de cansancio, y a la que le bastan unas pocas horas para recargarse, es una de la cualidades principales de este abogado de 49 años.

Hernández nació un 28 de octubre de 1968 en la aldea de Río Grande, ubicado en Lempira, uno de los departamentos más pobres del país, que este sábado 27 de enero iniciará su segundo mandato (2018-2022), luego de convertirse en el primer presidente en la historia de Honduras en ser reelecto a través del voto popular.

Fue allí, en medio de las impresionantes montañas y paisajes de la zona, que Juan Orlando, que es como lo llama el pueblo hondureño, empezó  a recibir las primeras lecciones de quien es, sin ninguna duda, la persona que mayor influencia ha tenido en su vida: don Juan Hernández, su padre.

“De mi padre aprendí el valor del trabajo, de la disciplina. Él me levantaba temprano para que lo ayudara con las labores del campo, con el ganado, el café… En medio de esas jornadas me sentaba a comer y a platicar con los trabajadores. Allí aprendí mucho de mi gente”, recuerda.

Don Juan también le enseñó a mantener la calma en medio de las tormentas, a tener dominio propio y a escuchar a los demás con paciencia y a no reaccionar con enojo o con insultos. Eso lo llevó a convertirse en un político de conciliación que nunca recurre a la descalificación, ni siquiera de sus oponentes.

En sus discursos, siempre recuerda a su padre, especialmente los esfuerzos que éste hizo para darles educación a todos sus hijos.

“Mi papá y mi mamá (Elvira Alvarado), se propusieron darnos la educación que ellos, por la pobreza, no pudieron recibir. Mi papá simbolizaba la disciplina; mi madre la generosidad con los demás, la preocupación por el prójimo y la fe en Dios”, recuerda Juan Orlando.

Hoy, en medio de sus obligaciones como mandatario, siempre encuentra un momento para escuchar la canción que le recuerda a su padre: Mi viejo, de Piero.

“Uno de mis primeros recuerdos es cuando llevaron a mi hermana Hilda al kínder-relata-. Yo era más pequeño, no tenía la edad para quedarme, pero mi papá le insistió a la maestra para que me permitiera estar como oyente y ella accedió”.

De esa manera se formó un fuerte vínculo con su hermana Hilda, quien llegaría a convertirse en una de las personas más cercanas, mano derecha y consejera de Juan Orlando cuando él lanzó su primera campaña a la presidencia.

En la toma de posesión, Hilda, fallecida a finales del año pasado en un accidente de helicóptero, será un vacío en el corazón del presidente reelecto.

Formación Profesional de Hernández

Después de estudiar su secundaria en el Liceo Militar del Norte de San Pedro Sula, Juan Orlando viajó a Tegucigalpa y se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Allí empezaría a formarse como político.

También sería allí donde ganaría la primera contienda política cuando fue escogido como presidente de la Asociación de Estudiantes por el Frente Unido Universitario Democrático.

Después de graduarse como abogado, Juan Orlando comenzó a trabajar como asistente de su hermano Marco Augusto, en ese entonces secretario del Congreso Nacional. Más tarde se ganó una beca para estudiar su Maestría en Administración Pública con Orientación en Administración Legislativa en la Universidad Pública de Nueva York.

“En Estados Unidos comprobé que los hondureños no somos menos que nadie y que podemos ser iguales o mejores que el ciudadano de cualquier país desarrollado. Pero para esto debemos esforzarnos, estudiar y trabajar duro”, dice.

Carrera Política 

Su carrera política continuó al regresar de Estados Unidos cuando ganó una diputación por Lempira. Tenía apenas veinticinco años de edad.

Juan Orlando fue elegido diputado en otras tres ocasiones, siendo en la última, en 2010, que el pleno del Congreso Nacional lo nombró como presidente de este poder del Estado.

Como presidente del Congreso Nacional impulsó varias medidas que, al día de hoy, siguen siendo temas pilares de su gestión en el Ejecutivo: transparencia, generación de empleo, programas sociales Vida Mejor, educación y la recuperación de la paz y la seguridad.

Fue bajo su gestión que el Congreso Nacional aprobó leyes que en un tiempo parecían imposibles por su peligrosidad.

Eso incluyó un paquete de leyes y reformas en materia de seguridad:

La extradición de hondureños acusados en otros países de narcotráfico, crimen organizado y terrorismo; la ley de bienes incautados; la prohibición de dos hombre en motocicletas (principal medio de transporte de sicarios); creación de la Policía Militar y de la Tropa Tigres; Tasa de Seguridad; autorización que las Fuerzas Armadas, ante el clamor popular, realizaran labores de patrullajes contra la delincuencia, entre otras.

Juan Orlando, además, se enfrentó al poderoso sector banquero de Honduras al impulsar las reformas a la ley de tarjetas de crédito con el objetivo de reducir las esclavizantes tasas de intereses.

La nueva Ley Fundamental de Educación, con la que se están sentando las bases para un nuevo país con mayor preparación académica y tecnológica, le enfrentaría a una férrea oposición de los grupos radicales de maestros y alumnos.

Sin embargo, Juan Orlando implementó en las discusiones de esas y muchas leyes más, su estilo conciliador, tolerante e incluyente para todos los sectores.

Casado con la abogada Ana García, padre de cuatro hijos (Ivonne, Juan, Ana Daniela e Isabela), seguidor del Motagua, uno de los clubes más populares de Honduras, Juan Orlando creó el movimiento Azules Unidos, con el que ganaría la contienda dentro del Partido Nacional y posteriormente lanzaría su candidatura a la presidencia de la República.

Admira a Lempira, el cacique que opuso una feroz resistencia a los colonizadores españoles y a Juan Manuel Gálvez, el reformador del Partido Nacional que fue presidente de Honduras de 1949 a 1954.

En las elecciones generales de 2013 venció al izquierdista Libertad y Refundación (Libre) y al Partido AntiCorrupción.

Su propuesta de gobierno estaba basada en los ejes de seguridad y recuperación de la paz; programa social Vida Mejor; generación de empleo; y transparencia.

Fue en esa campaña que pronunció sus célebres frases de “Yo, Juan Orlando Hernández, voy a hacer lo que tenga que hacer para devolverle la paz a mi pueblo” y “Me llamo Juan Orlando Hernández, vengo de las tierras del indómito cacique Lempira. De la mano de Dios y con la ayuda del pueblo hondureño, voy a ser el próximo presidente de Honduras”.

Eso le valió un nuevo apodo: El Indómito, que se sumó al de El Fogonero (por promocionar el uso de ecofogón saludable, como una manera de prevenir la muerte y enfermedades en mujeres y niños provocadas por el humo del fogón tradicional), y Juan Tortilla (por impulsar las microempresas de tortilla y pan para que las mujeres más humilde y luchadoras), pudieran mejorar económicamente.

Educado, respetuoso en el trato, sin arrebatos al hablar, exigente con sus colaboradores y apasionado por las redes sociales, en su primera gestión de gobierno logró grandes transformaciones, siendo una de las más importantes, el hecho de lograr que el número de asesinatos por cada cien mil habitantes cerrara en 2017 en 42, un éxito, tomando en cuenta que llegó a estar en 83 por culpa de administraciones anteriores que no tuvieron el valor o la capacidad de enfrentar este problema.

“Hemos logrado bastante, pero no es suficiente”, repite Juan Orlando cada vez que le mencionan el tema. “Debemos seguir trabajando fuertemente”.

Gracias a su liderazgo y a la labor conjunta entre los operadores de justicia, Honduras ya no está incluida entre los países más peligrosos del mundo, un hecho sin precedentes luego de que estuviera en el primer lugar durante muchos años, y con sus dos principales ciudades (Tegucigalpa y San Pedro Sula), en el top ten.

Con la economía y finanzas del país saneadas; su estrategia de seguridad afinada; la construcción de infraestructura (carreteras, puertos marítimos y aeropuertos);  promoción sin precedentes del turismo; y con el Honduras 20/20, el plan con el que pretende generar al menos 600 mil empleos en los próximos años, Juan Orlando asume este 27 de enero su segundo periodo presidencial con el reconocimiento mundial y la expectativa de un pueblo que merece vivir en paz.

John Kelly, ex jefe del Comando Sur de Estados Unidos y actual jefe de Gabinete de la Casa Blanca, ha dicho que “Ahora Honduras es territorio hostil para los narcotraficantes”, calificando como un milagro la forma en que los índices de criminalidad bajaron drásticamente.

Pero no es un milagro. Es el fruto de la ejecución de una visión de país que comenzó hace muchos años, cuando Juan Orlando apenas iniciaba su andar político.

Con 49 años, se sabe que su rutina inicia temprano, cuando hace ejercicios en su casa. Le gusta correr, un hábito que adquirió en San Pedro Sula, donde empezó a correr maratones.

Mañana, en el Estadio Nacional de Tegucigalpa, Juan Orlando correrá los cuatro años de su segundo periodo presidencial. Los gritos de apoyo y aplausos que bajarán de las graderías le recordarán que no está solo.

 

 

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