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Tegucigalpa, Honduras.
El 19 de enero de 2001 escapaba del penal de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, México, Joaquín Guzmán Loera (El Chapo Guzmán), líder del cártel de Sinaloa. El Chapo habría permanecido en prisión poco menos de 9 años tras ser capturado en Guatemala en 1993.
«El plan de fuga habría incluido el bloqueo del sistema de televisión de circuito cerrado, lo que le permitía trasladarse de una celda ubicada en el módulo tres, al comedor, de ahí a la lavandería, al departamento de mantenimiento, y hasta la sección de los desperdicios, para finalmente salir en un camión de limpieza”, informaba Jorge Tello, subsecretario de Seguridad Pública federal.
El Chapo buscaba la forma de evadir una posible extradición a Estados Unidos, donde pesaban sobre él cargos por narcotráfico y donde “enfrentaría la justicia real, con consecuencias reales”, afirma el periodista británico Malcolm Beith en su libro The Last Narco: Hunting ‘El Chapo’, The World’s Most Wanted Drug Lord (El último narco: cazando a “El Chapo”, el capo más buscado del mundo).
¿Cómo escapó El Chapo?
Era el 19 de enero de 2001, Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN) llegaba a su segundo mes de mandato presidencial en México luego de derrotar por primera vez en 70 años al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Fox intentaba consolidar la cooperación bilateral entre México y Estados Unidos en materia de combate al crimen organizado, por lo cual debía borrar la imagen de corrupción en el sistema penitenciario nacional.
Directivos y comandantes del penal de Puente Grande, en el estado de Jalisco, habrían informado a El Chapo que ese día sería reubicado a un área de segregación y sin privilegios. Para evitar el traslado y una posible extradición a los Estados Unidos, El Chapo debía burlar 128 cámaras de seguridad, 16 agentes encubiertos para espionaje, un sofisticado sistema electrónico de apertura y cerrado de puertas, y la presencia de más de 300 guardias.
Según testigos, El Chapo diseñó en el exterior el apoyo necesario para una fuga, esto incluía números de celular imposibles de rastrear y la ayuda de su más fiel servidor en la cadena de corrupción, el empleado de intendencia del penal, Francisco Javier Camberos. Apegados al plan, Camberos iría al Distrito Federal a entrevistarse con su hijo, quien llevaría un auto blindado para perpetrar la fuga.
El Chapo Guzmán no bajó a desayunar a las 7:00, pues era costumbre desde hacía muchos meses que le llevaran la comida hasta su celda. Tampoco apareció al pase de lista en los talleres a las 9:00, por ser ese un privilegio ilegal obtenido. Por fin bajó al patio a las 10:00 y regresó a su celda número 307 a las 12:00, ahí dialogó por 15 minutos con uno de los comandantes de la prisión. Luego se reunió con los dos compañeros con quienes sería extraditado, Luis Héctor, “El Güero” y Arturo Martínez, “El Texas”. Todo esto en el momento en que arribaban al penal el subsecretario de Seguridad Pública y el director de Prevención y Readaptación, con el fin de comenzar el papeleo para la reubicación.
Luego de la visita de diferentes custodios, otras reuniones con El Güero y El Texas, y repentinos cambios de funciones de algunos comandantes de seguridad interna, El Chapo abordaría en un carrito de ropa sucia. Con la ayuda de otro preso pasaría por al menos 15 celdas y otra decena de puertas antes que un custodio le dejara salir ante la excusa del preso de sacar la basura. Entonces El Chapo Guzmán llegaría hasta el lugar en donde lo esperaba su auto blindado.
De esa manera “inesperada”, escapaba El Chapo Guzmán, líder de la máxima organización internacional de narcotráfico en México, el cártel de Sinaloa. Desde su fuga en enero de 2001 se convirtió en el segundo hombre más buscado por el FBI y la Interpol después de Osama Bin Laden. Se estima que en su fuga participaron 71 personas, entre ellos, 15 funcionarios del sistema penitenciario.
El 22 de febrero de 2014 el mundo conocería la noticia de su nueva captura.